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La evolución de la siembra directa aumentó la diversidad en la fauna del agroecosistema

La agricultura convencional, basada en la labranza de los suelos, se consolidaba como el modelo agrícola que la humanidad aplicó desde sus inicios, hace más de diez mil años. Bajo esta concepción de la agricultura, la labranza era considerada, como pieza clave o fundamental a la hora de producir granos o forrajes

21 abril 2014 | Publicado : 14:30 (07/04/2014) | Actualizado: 17:52 (21/04/2014)

El paquete tecnológico reinante, incluía prácticas como arar, rastrear, y quemar los residuos, dejando el suelo, totalmente pulverizado. La aplicación de un criterio de explotación totalmente extractivo de los recursos, supuso extremos de deterioro en el recurso suelo, que representaba un costo altísimo, y no podía la humanidad entera, pagar el mismo.

En los últimos 40 años, ha existido un creciente convencimiento de que los sistemas agrícolas deben ser desarrollados no sólo para cubrir las diferentes necesidades humanas, sino que también deben recuperar y conservar los recursos naturales para continuar siendo productivos en el futuro.

Frente a esto, la Siembra Directa evolucionó a través de interacciones entre un gran número de agentes. Muchas de estas interacciones fueron planeadas mientras que otras sucedieron por casualidad, es decir, la evolución de la Siembra Directa fue un proceso aleatorio en el cual varias alternativas tecnológicas fueron probadas y desechadas durante el proceso de implementación, algunas de las cuales siguen siendo evaluadas, este principio basa su fundamento en que la producción agropecuaria no debe degradar directa o indirectamente los suelos y debe estar seguida por un plan apropiado de manejo de suelos con el correr de los años, de tal forma a que este suelo mantenga o mejore sus propiedades y por lo tanto incrementar los rendimientos y la intensidad del uso de la tierra.

En consecuencia, en esta vuelta a la estabilidad del sistema, con sucesivos años de siembra directa, se produce un aumento en abundancia y diversidad en la fauna del suelo. Esta situación, favorable en muchos aspectos, ha traído como consecuencia la aparición o aumento de plagas ya conocidas fomentadas por el aumento del rastrojo y la falta de roturación de los suelos. Esto implica una mayor amenaza de insectos del suelo y de otras plagas tempranas de las semillas y plantas jóvenes. Entre estas tenemos las orugas cortadoras, gusanos blancos, hormigas, gusano alambre, grillo subterráneo, babosas, chinche de la semilla, entre otras menos difundidas. En los últimos años también se incrementaron las infestaciones de ácaros y trips asociadas principalmente a situaciones de sequía.

Desde el punto de vista agrícola, una gran parte de los organismos son considerados plagas de acuerdo al grado de daño ocasionado a los cultivos. Por ejemplo, durante el período de siembra a plántula, los cultivos son dañados principalmente por el complejo de “insectos de suelo” (larvas de gusanos blancos, gusano alambre, etc.), y de “orugas cortadoras”, luego conforme crece el cultivo, aparecen los grupos de afidos (trips y mosca blanca) y de chinches. La soja es atacada por una gran diversidad de especies de orugas defoliadoras durante el período vegetativo, mientras que durante la etapa de fructificación se incrementan las poblaciones de chinches, insectos que representan una seria amenaza al cultivo por su gran efecto en rendimiento y calidad de la semilla.

Las plagas tradicionales de la soja, aquellas que tienen gran difusión en las diversas regiones de cultivo, pueden ser agrupadas en tres grandes categorías: orugas defoliadoras, chinches y barrenadores del brote. Esta situación se ha modificado en los últimos años con la mayor presencia de especies o grupos de especies que causan daños a semillas y plantas jóvenes (complejo de insectos de suelo), favorecidas por la siembra directa. La presencia de residuos vegetales y la no remoción del suelo fomentan la presencia de insectos y otros organismos, muchos de los cuales son dañinos a la soja y otros cultivos.

Todas las plagas que puedan ocasionar daños al cultivo, siempre deben ser objeto de interés y permanente monitoreo.

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